Por todos los Cristos que sufren en los hospitales y residencias y por todos los que los cuidan con cariño y valor.
Viernes santo.
Estamos en la casa de la comunidad, vamos conociendo personas, entablamos amistad y nace el cariño. Cierto que conocemos a unas más que a otras, nos abren y les abrimos el corazón y hallamos historias felices, familiares, de superación, junto a otras más tristes, incluso dolorosas, pero todas ellas envueltas en el manto de la fe. Y todos han crecido como personas y madurado como cristianos. Es la comunidad. Y hoy la palabra que nos conduce es la pasión del Señor según san Juan.
“He aquí al hombre”, proclama Pilato, y curiosamente ese “hombre” es el ejemplo de persona que los cristianos seguimos, ese hombre golpeado, torturado, crucificado, se ha convertido en ejemplo a seguir por todos nosotros. Ha pasado entre nosotros haciendo el bien, ha curado enfermos, realizado el milagro de compartir para que a nadie le faltara, siempre ha tenido una palabra de consuelo y esperanza para los apenados y tristes, ha acogido a los niños y consolado a las viudas. Pues a ese Jesús de Nazaret, el pueblo manipulado por el poder religioso y las autoridades civiles lo han condenado a morir en la cruz. La injusta muerte del justo. Pero ¿hay mayor dolor que sentirte abandonado por los tuyos, los amigos que han compartido contigo, sentado en la misma mesa y comido el mismo pan?, ¿ser traicionado y tres veces negado?
Pero hay alguien que en este drama todavía no ha hablado y que sin embargo lo ha dicho todo. Porque es verdad que esperamos una palabra de Dios Padre, una palabra de fortaleza, de ánimo, de esperanza, ¿cómo permitir esa muerte del justo?; pero Él estaba en la cruz de Jesús de Nazaret. Como estaba con él cuando hacía milagros, cuando curaba enfermos, etc., pues en la cruz también está; porque Dios no es el Dios que abandona, no guarda silencio sino que habla en Jesús, nos habla de fidelidad a un proyecto, de amor que se entrega, de gratuidad, de generosidad, nos habla de solidaridad, nos habla de amor a la humanidad. Dios grita “tengo sed”, que no de agua sino de justicia, de paz y fraternidad; Dios grita que “todo está cumplido” porque su propuesta ha sido llevada hasta el final, la entrega por amor.
No, Dios no calla, no guarda silencio. Y sigue hablando en la familia desalojada, sigue gritando en las personas que duermen en la calle, en los ancianos que viven solos, en los enfermos terminales, los huérfanos, viudas, extranjeros. En Jesús de Nazaret Dios grita, y aún tiene que decir otra palabra más, porque esperamos otra palabra. Y es que no puede ser que el poder de la tiniebla o del pecado venza la obra del Señor en Jesús, y por eso Dios tiene que seguir hablando. Viernes santo de dolor pero, sobre todo, viernes santo de la expectativa, de la esperanza, con el corazón en vilo, alerta, esperando una palabra que cambie el rumbo de la historia, la nuestra y la de la humanidad. Dios tiene que hablar porque el amor nunca guarda silencio.
LUZ para todos los que sufren |
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